30 abr 2018

George Sand - De escritora a leyenda

Si hoy, ya comenzado el siglo XXI, una chica de veintipocos años , casada con un marido mujeriego y de carácter violento (que la destrata en público), decide tomar distancia de él, todos veremos su opción como algo razonable. Si la chica además ha heredado de su abuela una cierta fortuna familiar, y entonces, no depende económicamente del marido, sino que es más bien a la inversa, todos aprobaremos que reivindique su independencia financiera con respecto al cónyuge. Si inclusive la chica fue desvirgada de mala manera por ese marido y sus relaciones sexuales no mejoran con los años sino que son un desastre, muchas modernas cabezas contemporáneas comprenderían que también buscara el amor y el placer fuera del matrimonio, y que pidiera la separación legal.  Y si la muchacha tiene talento, un talento insólito para escribir libros, pero vive en el campo, nos resultaría lógico que intentara permanecer al menos algunas temporadas en la capital (París): a la vuelta de la esquina de las editoriales, de los periódicos, de los teatros, del efervescente mundo cultural de los cafés. 
También hoy sería para todos normal que esa chica en pleno invierno nevado usara botas de taco bajo, pantalones y un largo abrigo de paño gris ocultando la sinuosidad de sus caderas. Al verla encender un cigarrillo tras otro, sobre todo en las largas horas inclinada escribiendo su trabajo, nadie se horrorizaría.  Tal vez nos angustiaría, eso sí, considerar que esa mujer tiene dos niños pequeños, a quienes adora y a los que sabe educar y divertir,  (un niño de cinco y una niña de dos), pero que en función  del acuerdo de separación con el marido, se ha decidido que los niños permanezcan en su casa en el campo: la madre pasará tres meses con ellos y luego tres meses en París, alternadamente.
La situación de esta mujer hoy sería compleja pero no extraña: en el mundo contemporáneo, el desmembramiento de la familia nuclear y las dificultades de las mujeres por armonizar su vida pública y privada es cosa de todos los días. Pero la chica anteriormente mencionada no pertenece al siglo XXI. Muy por el contrario, nació en 1804, después de una Revolución Francesa fallida y cuando el mundo conservador afilaba las uñas para restaurar las consignas reaccionarias del Antiguo Régimen.
La chica mencionada se llamaba verdaderamente Amantine Aurore Dupin, pero a los veintisiete años, en la tapa de sus libros , trocó su nombre real por otro, con el  que se  haría inmensamente famosa, un seudónimo masculino: George Sand.

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